El rey y el veneno por Regan Polly

Había una vez, en un reino hermoso con castillos, césped verde y jardines coloridos, el rey estaba a punto de ser coronado. Había dos princesas de tierras circundantes que estaban compitiendo por la corona: Ana y María.

El rey caminaba alrededor del castillo, preguntándose qué hacer.

Rey: (a su amigo) ¿Cómo voy a decidir con quién casarme? No las conozco.

Amigo: Tengo una idea. Esta noche puedes conocer a cada una de las jóvenes por separado.

Rey: Buena idea. Invitaré a cada una de las jóvenes a tomar una copa de vino para hablar, primero con María y luego con Ana.

María estaba caminando hacia el castillo.

María: Espero que el rey me escoja. Pero no siempre puedes confiar en los hombres para tomar las decisiones correctas… 

Ella entró en el castillo y subió por la gran escalera de caracol. Cuando entró en la habitación había un lugar para el rey en la mesa y un lugar para ella, cada lugar con un vaso de vino.

Rey: Te ves hermosa.

María: Gracias, te ves muy guapo.

El rey le sirvió un vaso de vino.

Rey: ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

María: Me encanta leer y tocar el piano.

Los dos siguieron hablando durante una hora más o menos. Cuando ella se fue, pidió usar el baño. Al volver se dio cuenta de que la mesa fue puesta para Ana. Se coló y envenenó el vaso de Ana. Mientras ella bajó la escalera de caracol, camina junto al sobrino del rey, Juan.

Juan: Espero que tu noche haya sido buena. Adiós.

María: Gracias, adiós.

A la mañana siguiente, María se despertó con la voz de su madre.

Mamá: ¿Escuchaste las noticias?

María esperaba que su madre dijera que Ana estaba muerta.

María: ¿Qué? 

Mamá: ¡El rey está muerto! 

María: ¿Qué?

María estaba muy confundida.

Al día siguiente, el sobrino del rey, Juan, fue coronado en su lugar. En la coronación, Juan se acercó a María.

Juan: Sé lo que hiciste.

(María estaba confundió. ¿Cómo murió el rey?) Ella recordó pasar junto a Juan esa noche.

Juan: Creo que tu plan no funcionó de la manera que tú esperabas. 

María: (¡Ella jadea, dándose cuenta de que Juan cambió las vasos!)