Hace muchos años, había un pintor que se llamaba Leopold. Tenía una gran pasión, dibujar cosas que podía visualizar. Un día especial, él conoció a una mujer muy bonita que se llamaba Gretchen; a él le encantaba. Se casaron y compraron una casa rosada a las orillas del lago Cristal. Para conmemorar la ocasión, Leopold hizo una pintura de la casa y el lago llamado “Nuestro Paraíso.” Desafortunadamente, estuvieran contentos por un tiempo breve.
Sin advertencia, un criminal entró en la casa y los mató. No fue claro la motivación criminal, pero algunos pensaron que el criminal quería dinero porque había robado muchas pinturas de Leopold, incluyendo “Nuestro Paraíso.” Veinte años después, la policía aún no sabe quién es la persona que los mató. Adivino que este trabajo no es para la policía. La justicia necesita conocer este criminal y voy a investigar.
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Es importante que entiendas mi relación con las víctimas. Fui el mejor amigo de Leopold, él me había enseñado que la felicidad es una cosa fugaz. Así, cuando estás contento, pinta el momento. Antes de la muerte de Leopold, había pasado muchos días con mi pincel; sin embargo, estoy furioso desde su muerte. Quiero venganza y la tendré como mi última acción. Estaré enojado hasta que el criminal esté encarcelado. Por mucho tiempo, pensé que el criminal había desaparecido para siempre, pero ayer vi una pintura de Leopold para la venta en una tienda de antigüedades. ¡Fue enorme la sorpresa! Pregunté al vendedor donde él había obtenido la pintura. Él me dijo que no tenía permitido decirme. Normalmente habría entendido, pero en este case no tomaría “no” por una respuesta. Dije, “Dame los registros ahora,” pero mis palabras fueron más violentas. Este vendedor no tenía miedo en absoluto; era como si no tuviera alma. Tranquilamente él me dijo, “Si no quieres comprar algo aquí, te pido que salgas ahora.”
Tenía mis sospechas sobre el vendedor, así, investigué durante una semana. Un día lo seguí a su casa. Miré por la su ventana y allí encima de su chimenea estaba la pintura “Nuestro Paraíso.” Contuve mi furia y fui a mi casa. Sin embargo, no lo mataría a menos que él me confesara su culpa. Dos días después, fui a la casa del criminal. Él comía un bistec en su mesa cuando golpeé en su puerta. Le pegué inmediatamente para noquearlo. Lo até con una soga a una silla. Cuando él se despertó, le hice muchas preguntas. La pregunta cuál era el más importante motivo para sus acciones. ¿Sabes lo que él dijo? El monstruo me dijo, “No hay ninguna razón. Quise hacerlo, así que lo hice.” No pude contener mi ira, así disparé mi revólver en su cabeza. Ahora él puede decir hola al diablo. Ésa es mi historia. ¿Entiende Señor Policía? El crimen fue necesario, fue justo. El policía respondió, “No Señor, ningún crimen es justo.”