Un día cuando las aguas en la costa este de Patagonia eran cálidas y el verano estaba en el aire, Juanito, una orca macho, estaba nadando y buscando comida. Usualmente, había leones marinos sentados en la playa, sin embargo ese día, Juanito no tuvo buena suerte y no había ninguno. La orca, muy triste, regresó a las aguas más profundas. Él estaba pensando que cazaría peces cuando vio una figura negra y blanca en el agua distante. Juanito nadó más cerca y vio que era una orca hembra con bonitas manchas blancas.
–¡Qué hermosa! Juanito pensó y empezó a nadar hacia la figura pero, de repente, un barco grande con muchos humanos se atravesó en su camino. Las personas en el barco le tiraron peces y mientras Juanito estaba comiendo los peces, ellos tomaron fotos de él. En ese momento, Juanito se olvidó de la otra orca.
Unos días más tarde, Juanito estaba nadando con su madre.
–Quiero que encuentres una buena orca hembra para darme nietos. ¿Por qué todavía no tienes ninguna esposa? ¿Hay algo malo contigo? Ella dijo.
Juanito no estaba escuchando, sólo dijo –Sí, sí, Mamá…Pensó que él había visto una figura familiar detrás de una roca grande. ¿Era la orca del día anterior? Juanito no tuvo la opción de salvarlo porque su mamá le golpeó la cabeza con su cola.
–¡Ay, Mamá, eso duele! Juanito dijo, tocándose la cabeza.
–Tú nunca me escuchas. Esta es la razón por qué no tienes ninguna mujer.
Juanito miró otra vez pero la figura se había ido.
Luego, Juanito estaba alrededor de los arrecifes, regresando a casa sin su madre. Había sido una semana decepcionante. No había leones marinos en la playa, su mamá era antipática, y no había vuelta a ver la orca misteriosa. La única cosa buena había sido el barco con los humanos que le dio comida.
–¡Hola! Juanito escuchó de repente. ¡Era la hermosa!
–Hola, bonita. Me llamo Juanito. Juanito dijo, muy suave. –¿Quieres comer los peces juntos?
–Ah, me llamo Shaka. Lo siento, pero ya tengo un novio humano que se llama Beto.
