Tuve una idea perfecta. El crimen perfecto, con un método sin problemas. Creí que si incineraba el cadáver, el policía no lo encontraría. Si yo esparcía las cenizas en una playa, ellos no sabrían si era arena o cenizas.
La playa a la orilla del océano Atlántico era el mejor lugar. El agua ya estaba sucia, ¿qué diferencia haría hacer un poquito más de tierra? Yo no pensaba que un fantasma intentara espantarme. Después de esconder las cenizas, un viento muy fuerte empezó. También empezó a llover. El océano produjo una persona con las cenizas y el fantasma empezó a gritar.
-¿Qué es esto? ¿Por que me haces esto? Gritó al espíritu.
– Porque quiero que mi crimen sea muy misterioso, yo respondí.
El fantasma no aceptó esta respuesta, corrió hacia mí y explotó. Mientras yo me recuperaba de los golpes, las cenizas fueron al cielo y bloquearon el sol. Hacía mucho frío y estaba nublado.
La lluvia continuó cayendo todos los días siguientes y finalmente fue reemplazada por la nieve. No había nunca luz de sol, solamente una pequeña luz de las ciudades y las casas. Me parece que los días y las noches eran más o menos lo mismo. Las plantas empezaron a morir, más personas del mundo tenían hambre y dije que tenía que regresar a la playa para afrontar al espíritu. Cuando llegué a la playa, el fantasma estaba me esperando.
– Quiero un verano que tenga la luz del sol- yo exigí.
– Yo devolveré el sol, pero tengo una condición- el fantasma respondió.
– ¡Yo haré cualquiera cosa!- Yo supliqué.
– Yo iría a un convento si fuera tú, para ser una persona más buena- el fantasma dijo.
Porque yo quiero salvar el mundo, me convertí en una monjita. Muchos años pasaron, y yo olvidé mi crimen perfecto más o menos. No había pruebas. Yo vivía una vida tranquila, pero durante el invierno yo siempre me sentía muy mal. El invierno era un recordatorio de mis acciones y como casi causé un cambio permanente del clima. Yo nunca vi al fantasma otra vez, pero pienso que él me ha visto.