En la selva en noroeste de Argentina vivía un raro yaguareté. Este animal era muy lindo y ágil. Solo había uno en toda la espesura de la selva. Su pelaje era muy suave. Un biólogo llamado Jonás había buscado este animal por toda su vida. Jonás era muy inteligente y apasionado, pero era muy tímido y no le gustaba confrontación. Le gustaba su pequeño mundo con la naturaleza y los animales. Las únicas personas que habían visto al animal, eran antepasados muertos de había muchos años. Jonás quería una foto del majestuoso animal. Él pasaba mucho de su tiempo buscándolo. Era su tesoro. Él tenía mucho equipo para explorar la selva y buscar animales. Tenía pruebas como huellas de patas y huesos de pequeños animales que el yaguareté comía, pero nunca lo había visto con sus propios ojos.
Pero había un problema muy grande. Había un cazador llamado Manu, para quien, el raro yaguareté era su tesoro también. Manu pasaba todo su tiempo buscando este animal. Quería matarlo y colgarlo en su choza. Las garras de la bestia eran muy afiladas y podrían ser útiles para matar a otros animales.
Los dos hombres eran enemigos. Jonás mantuvo sus descubrimientos del animal en secreto. Una vez, Manu destruyó algunos de los equipos de Jonas, pero Jonás lo ignoró. Jonas era inteligente y no le importaba una lucha. Él protegería al animal.
Pero un día, cuando Manu estaban en el bosque esperando cazar, se durmió. Despertó con un ruido inesperado: la bestia comía su desayuno. Fue el momento en que el cazador esperando toda su vida. Era la oportunidad perfecta. Apuntó su flecha y le disparó. De repente, el cuerpo de Jonás saltó y la flecha se hundió en su pecho. El yaguareté corrió en la selva. Manu lo dejó morir y huyó a su choza aislada. Se escondió el resto de su vida porque sabía que había cometido un gran crimen.
El alma de Jonás se convirtió en un yaguareté y los dos corrieron libres y juntos por el resto de sus vidas.