En el siglo XXIII, el mundo no es más que una pelota de agua. Un siglo antes, el mundo estaba lleno de gente y vida. La gente vivía cada día manejando sus coches, trabajando en las fábricas, consumiendo combustibles fósiles para propulsar todos sus juguetes y no pensando en las consecuencias de sus acciones. Lentamente, las personas vieron que sus lagos, océanos y el clima habían comenzado a cambiar pero nadie dijo nada. La gente en el extremo norte caminaba en el agua con botas y la gente en el extremo sur nadaba de un lugar a otro. Todavía, nadie en el mundo hacía nada. Poco después, todas las personas vivían en barcos y aquellos que no tenían barcos, se hundieron en las profundidades para estar conmigo. El mundo se puso más caliente e incómodo pero las personas continuaron observando crecer el agua y viviendo sin tomar medidas. Los edificios, los árboles, el suelo, todo estaba abajo el agua hasta que quedó sólo un hombre con vida. Mientras su barco se hundía, yo fui a hablar con él.
“Hombre, ¿por qué has destruido tu mundo?” le pregunté.
El hombre me miró a mí con lágrimas en los ojos, “No podíamos admitir que éramos el problema. Vimos que nuestro mundo se ahogaba y pensamos que no había nada que pudiéramos hacer para arreglarlo. Ahora, el mundo te pertenece. Yo espero que ustedes cuiden mejor que nosotros.”
“Te prometo que vamos a cuidar bien del mundo. No tengas miedo porque el nuevo mundo no es tan malo como crees.”
Al final, su barco se hundió bajo del agua y él se unió a mí en el nuevo mundo. Nadie se mueve ahora pero yo los visito tanto como puedo. Mi mundo ha crecido mucho durante el siglo pasado pero todavía estoy triste por el mundo del pasado. Añoro mi lago viejo donde todos nos conocíamos. Ahora, no soy nada más que un pez en un mar muy grande.