Las aventuras de Fred Murdock por Sarah Eggert

“¿Vas a salir de Yale para ir a la pradera? ¡Eres loco!” dijo el jefe de Fred Murdock. 

“Quiero volver a la pradera, pero no soy loco. Aprendí que hay cosas más importantes en el mundo. Perdone, adiós.” 

Con esto, Fred Murdock salió del despacho y también de la ciudad. Fred solo quería regresar a la pradera. Habían pasado 10 años desde que había regresado a la ciudad. Durante esos 10 años, él trabajó en la biblioteca de Yale y conoció a una mujer también. Se casó con ella pero su relación no era buena. Dos años después, ellos se divorciaron. Después de su divorcio, Murdock pasó mucho tiempo con su mejor amigo, pero eventualmente su amigo se mudó a Texas. Su vida se había vuelto muy aburrida. Tenía solamente su trabajo, nada más. Por esta razón, Murdock quería un cambio. 

Cuando llegó a la pradera, estaba muy feliz. En la pradera, había tranquilidad, algo que no pudo encontrar en la ciudad. Él creyó que podría vivir la vida de sus sueños allí. Era un lugar perfecto. Aunque Murdock ya había aprendido el secreto, sabía que habría más información. Primero, hizo las mismas cosas que antes. Él vestía ropa diferente y comía la comida de los indígenas, pero no podía soñar como antes. Necesitaba alguien que pudiera ayudarlo. Entonces, Murdock visitó un chamán y le pidió que él fuera su maestro. El chamán aceptó. Todos los días, Murdock iba al toldo del chamán y por muchas horas, Murdock estudiaba con él. Murdock era un estudiante bueno y también una buena persona. Por ejemplo, después de sus clases, él y el chamán iban a los toldos de los indígenas que estaban enfermos. Los curaban con remedios antiguos de los antepasados de la tribu. A veces, Murdock ayudaba en las granjas con la cosecha también. Durante una visita, conoció a la hija del chamán. Ella era simpática, inteligente y muy bonita. Quería hablar con ella más, entonces fue a la granja de ella frecuentemente. Eventualmente, le pidió que se casara con él. Ella aceptó. Más tarde, ellos tuvieron un hijo. Era como una copia de su papá. Tenía la misma cara, el mismo pelo que él, ni rubio ni moreno y además, la misma personalidad.

Un día, algo interesante ocurrió. El hijo preguntó a su padre, “¿Por qué tengo sueños sobre los bisontes todas las noches Papá?” Murdock miró a su hijo y le preguntó, “Te gustaría escuchar un secreto?” Murdock le dijo todo. Era hora que Murdock fuera el maestro. Incluso ahora, el secreto es un misterio. Nadie de afuera de la pradera ha aprendido el secreto.

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