Vino de sangre por Eva Oosterwal

La historia comienza en el lugar hermoso de Cuyo, en Argentina. En este lugar hay muchas montañas. Y muchas otras hermosas formaciones rocosas. Pero también es bien conocido por su vino. Se dice que cualquier vino que el lugar produzca capturará la belleza de ese lugar dentro del vino. Si esto es cierto, entonces el vino de Cuyo capturará toda la belleza de ese lugar dentro de él. Si usted prueba el vino, podrá sentir el sol caliente en su espalda y la brisa a través de su cabello mientras observa los valles y la tierra debajo de usted mientras está de pie en la cima de las montañas. Y usted se va a hacer sentir como si fuera parte de la tierra, tan grande como la montaña, tan

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Un grito de la tierra por Eva Oosterwal

      Había una vez un hombre muy inteligente. Él fue a la escuela por muchos años y aprendió mucho. Él estudió muchos temas diferentes, como matemáticas, ciencias y literatura. Pero sus favoritos eran las humanidades y el medio ambiente. Él era muy cuidadoso y concienzudo. A él le encantaba la tierra y porque él era muy inteligente, él sabía que la tierra estaba en peligro de un desastre.

        Este hombre era conocido por ser capaz de responder todas las preguntas que cualquiera pensara. La gente venía de millas y millas para estar en su presencia. Se creía que con sólo mirarlo podía hacerte más inteligente. Pero no fue su inteligencia lo que lo hizo tan inteligente como era. Su mayor, más singular y más valioso regalo era su habilidad para escuchar. Él escuchaba a todo su alrededor. Y cada vez que alguien le hacía una pregunta, él escuchaba hasta que la pregunta terminara, nunca interrumpió. Pero nadie lo escuchaba. Después de responder, trataba de hablarles sobre el estado de la tierra. Pero nadie lo escuchaba.

        A él le encantaba escuchar a la naturaleza. Cada día, él despertaba y escuchaba a los pájaros cantando y los árboles bailando en el viento. Caminaba por las orillas de los ríos y escuchaba hablar al agua. Él era el oído de toda la naturaleza. Pero un día, los sonidos que él escuchó no fueron los mismos. La naturaleza gritaba pidiendo su ayuda. “¡Algo estaba mal!” él lloraba. Corrió a la ciudad para decirle a todas las personas. “¡Algo está mal!” le dijo a todos con urgencia. Pero las personas no lo escucharon. Las personas solamente lo escuchaban cuando contestaba sus preguntas, eran egoístas. Pero él continuaba, esperando que alguien escuchara. “Los pájaros no podían cantar y los árboles fueron perdiendo sus hojas y los ríos se secaron,” el les dijo. Pero nadie escuchó. De nuevo repitió que algo andaba mal. “¡La naturaleza necesita ayuda!” Ninguna persona lo escuchó. No sirve de nada, pensó. Tenía que actuar solo. Él sostuvo gentilmente a los pájaros en sus manos, tratando de ayudarlos a encontrar su canción nuevamente. Abrazó los árboles, esperando mantener sus hojas, y lloró sobre el río, esperando que sus lágrimas abundantes llenaran las aguas. Pero sin éxito.

      Una persona no puede salvar el mundo. ¡Si tan sólo hubieran estado dispuestos a escuchar los gritos de la tierra! ¡Si no hubieran sido tan egoístas y hubiera escuchado el mensaje del hombre que sabían que era inteligente! Si queremos salvar la tierra, necesitamos escuchar sus gritos.

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