La amenaza había quedado en mi hermana, Maya, como un aviso de lo que iba a ocurrir si ella seguía comiendo mis galletas. Si me desobedeces, habrá consecuencias. Pero Maya era una chica impulsiva con un paladar dulce.
A las seis de la tarde ella llegó a casa después de su práctica de baloncesto. Cuando fue a su cuarto, ya había terminado su tarea para la noche, comenzó a mirar Netflix. Por su puesto, estaba mirando la serie de televisión, La Oficina, por la tercera vez. Su risa resonó por la casa.
El sonido de la puerta del garaje la alertó que su hermano había llegado. Por los años,
Maya había robado muchos dulces de su hermano, así que él se preocupó sobre sus dulces. Ella se apuró a bajar las escalaras para ver el tesoro que su hermana había traído del supermercado. Estaba esperando delante de la puerta cuando escuchó la llave girar en la cerradura.