Yo había cometido el crimen perfecto. Empecé a planificar el crimen cuando conocí a Carter Williams en un restaurante cerca de la Universidad de Yale. Carter era estudiante en Yale y su familia tenía millones de dólares y yo era simplemente una camarera sin dinero. Cuando conocí a Carter, supe que era rico porque llevaba ropa y zapatos caros y tenía un coche caro. Cuando Carter entró en el restaurante, al instante tuve una idea de cómo ser rica también. El plan era simple: casarme con Carter, tener bebés y vivir felices para siempre. Desafortunadamente, Carter era arrogante, molesto e inmaduro. Me casé con él, pero lo odiaba. Decidí otro plan: asesinar a Carter y heredar todo su dinero. Planeé el asesinato por 6 años, y el crimen me tomó 10 años en total para ejecutarlo porque quería que fuera perfecto.
Recuerdo el día del asesinato como si fuera ayer. Carter se despertó a las 9 de la mañana, desayunó y fue al trabajo. Él llegó a casa del trabajo a las 5 de la tarde y comimos. Iba a ser su última comida, así que cociné su comida favorita. Le hice beber mucho vino para que se emborrachara. Entonces dije “¿puedes subir las escaleras y traerme una manta del cuarto?” Mientras él estaba en el cuarto, puse un poco de vino en las escaleras. Entonces, empujé a Carter por las escaleras y llamé a la policía. La policía me preguntó “qué pasó”, y le dije: “Carter estaba borracho y resbaló porque había vino en las escaleras”. Actué como si estuviera triste, para que la policía me creyera. La policía llevó a Carter al hospital, donde murió de heridas en la cabeza.
Cuando murió, yo estaba feliz y heredé todo su dinero. Sin embargo, un día empecé a escuchar ruidos y las cosas empezaron a desaparecer. El fantasma de Carter empezó a atormentarme. Vendí la casa y me mudé, pero su fantasma me siguió a mi nueva casa. Doné todo mi dinero a la caridad, pero todavía oía ruidos en las noches. Planeé una misa para Carter, pero todavía me atormentaba. Me di cuenta de que Carter iba a atormentarme el resto de mi vida y no había nada que pudiera hacer al respecto. Yo había cometido el crimen perfecto, pero era más miserable después del crimen que antes. Moraleja del cuento: el dinero no compra la felicidad.