La Oficina Federal de investigación (FBI) estaba encargada de un robo muy grande. Por diez años, muchas pinturas famosas desaparecieron de diferentes museos. Había un grupo, “Los Ladrones de Obras de Arte,” que robaban muchas pinturas religiosas católicas. Las monjitas de los EEUU estaban tristes y en pánico sobre los crímenes. Las personas en este grupo eran ateos. Ellos vendían las pinturas en el mercado negro en varios países, pero cada vez “Los Ladrones de Obras de Arte” se escapaban. El agente de
Un grito de la tierra por Eva Oosterwal
Había una vez un hombre muy inteligente. Él fue a la escuela por muchos años y aprendió mucho. Él estudió muchos temas diferentes, como matemáticas, ciencias y literatura. Pero sus favoritos eran las humanidades y el medio ambiente. Él era muy cuidadoso y concienzudo. A él le encantaba la tierra y porque él era muy inteligente, él sabía que la tierra estaba en peligro de un desastre.
Este hombre era conocido por ser capaz de responder todas las preguntas que cualquiera pensara. La gente venía de millas y millas para estar en su presencia. Se creía que con sólo mirarlo podía hacerte más inteligente. Pero no fue su inteligencia lo que lo hizo tan inteligente como era. Su mayor, más singular y más valioso regalo era su habilidad para escuchar. Él escuchaba a todo su alrededor. Y cada vez que alguien le hacía una pregunta, él escuchaba hasta que la pregunta terminara, nunca interrumpió. Pero nadie lo escuchaba. Después de responder, trataba de hablarles sobre el estado de la tierra. Pero nadie lo escuchaba.
A él le encantaba escuchar a la naturaleza. Cada día, él despertaba y escuchaba a los pájaros cantando y los árboles bailando en el viento. Caminaba por las orillas de los ríos y escuchaba hablar al agua. Él era el oído de toda la naturaleza. Pero un día, los sonidos que él escuchó no fueron los mismos. La naturaleza gritaba pidiendo su ayuda. “¡Algo estaba mal!” él lloraba. Corrió a la ciudad para decirle a todas las personas. “¡Algo está mal!” le dijo a todos con urgencia. Pero las personas no lo escucharon. Las personas solamente lo escuchaban cuando contestaba sus preguntas, eran egoístas. Pero él continuaba, esperando que alguien escuchara. “Los pájaros no podían cantar y los árboles fueron perdiendo sus hojas y los ríos se secaron,” el les dijo. Pero nadie escuchó. De nuevo repitió que algo andaba mal. “¡La naturaleza necesita ayuda!” Ninguna persona lo escuchó. No sirve de nada, pensó. Tenía que actuar solo. Él sostuvo gentilmente a los pájaros en sus manos, tratando de ayudarlos a encontrar su canción nuevamente. Abrazó los árboles, esperando mantener sus hojas, y lloró sobre el río, esperando que sus lágrimas abundantes llenaran las aguas. Pero sin éxito.
Una persona no puede salvar el mundo. ¡Si tan sólo hubieran estado dispuestos a escuchar los gritos de la tierra! ¡Si no hubieran sido tan egoístas y hubiera escuchado el mensaje del hombre que sabían que era inteligente! Si queremos salvar la tierra, necesitamos escuchar sus gritos.
Una mujer ambiciosa por Shawtaabdee Chakraborty
Yo había cometido el crimen perfecto. Empecé a planificar el crimen cuando conocí a Carter Williams en un restaurante cerca de la Universidad de Yale. Carter era estudiante en Yale y su familia tenía millones de dólares y yo era simplemente una camarera sin dinero. Cuando conocí a Carter, supe que era rico porque llevaba ropa y zapatos caros y tenía un coche caro. Cuando Carter entró en el restaurante, al instante tuve una idea de cómo ser rica también. El plan era simple: casarme con Carter, tener bebés y vivir felices para siempre. Desafortunadamente, Carter era arrogante, molesto e inmaduro. Me casé con él, pero lo odiaba. Decidí otro plan: asesinar a Carter y heredar todo su dinero. Planeé el asesinato por 6 años, y el crimen me tomó 10 años en total para ejecutarlo porque quería que fuera perfecto.
Recuerdo el día del asesinato como si fuera ayer. Carter se despertó a las 9 de la mañana, desayunó y fue al trabajo. Él llegó a casa del trabajo a las 5 de la tarde y comimos. Iba a ser su última comida, así que cociné su comida favorita. Le hice beber mucho vino para que se emborrachara. Entonces dije “¿puedes subir las escaleras y traerme una manta del cuarto?” Mientras él estaba en el cuarto, puse un poco de vino en las escaleras. Entonces, empujé a Carter por las escaleras y llamé a la policía. La policía me preguntó “qué pasó”, y le dije: “Carter estaba borracho y resbaló porque había vino en las escaleras”. Actué como si estuviera triste, para que la policía me creyera. La policía llevó a Carter al hospital, donde murió de heridas en la cabeza.
Cuando murió, yo estaba feliz y heredé todo su dinero. Sin embargo, un día empecé a escuchar ruidos y las cosas empezaron a desaparecer. El fantasma de Carter empezó a atormentarme. Vendí la casa y me mudé, pero su fantasma me siguió a mi nueva casa. Doné todo mi dinero a la caridad, pero todavía oía ruidos en las noches. Planeé una misa para Carter, pero todavía me atormentaba. Me di cuenta de que Carter iba a atormentarme el resto de mi vida y no había nada que pudiera hacer al respecto. Yo había cometido el crimen perfecto, pero era más miserable después del crimen que antes. Moraleja del cuento: el dinero no compra la felicidad.