Los marineros habían salido del puerto de Buenos Aires después de hacer una parada para obtener las provisiones – arroz, frutas y bebidas. Los marineros estaban acostumbrados a quedarse en el mar por muchas semanas o meses a la vez y este viaje no era diferente. El barco fue navegado por los marineros en rumbo a la orilla de la Patagonia, y esto tomaría muchos días. Si los vientos soplaran en su apoyo, ellos llegarían en diez días.
Ellos creían que eran hombres del mar, y la vida en el mar era su «llamada». Disfrutaban del viento fresco del océano que les tocaba las caras, el olor del agua salada, y las vistas interminables que alcanzaban el horizonte. Todos estaban acostumbrados a las olas grandes que movían el barco arriba y abajo en el agua. El mar era su patria y ellos no vivirían en cualquier otro sitio.
Gracias a los vientos fuertes, los hombres completarían este viaje más pronto, y sabía que ellos alcanzarían la tierra en poco tiempo. Pero era noche, y ellos necesitaban tener cuidado de los acantilados de la orilla de la Patagonia. El capitán continuamente buscaba el horizonte, y cuando él vio la luz del faro, dijo «¡Tierra! Necesitamos esperar el comienzo del día. Ellos anclaron su barco una distancia de la orilla y unos durmieron mientras otros esperan el amanecer. Uno de la tripulación lo despertó al capitán cuando el cielo empezó a brillar. El capitán sonó la campana y dijo «Preparémonos para llegar a la tierra» a su tripulación.Mientras el barco llegaba, pasó entre las orcas, las focas, y las olas grandes. Desembarcaron del barco y el capitán dijo «Capturemos un desayuno de los peces pero tengamos cuidado de las orcas. Son animales magníficos». Ellos usaron las mallas grandes para capturar muchos peces para las próximas comidas. Ellos hicieron una hoguera en la playa y asaron los peces. Los marineros remarcaron que fue una sensación extraña estar en la tierra porque una gran parte de la vida pasó en el mar. Y con esto, su tiempo en la tierra terminó. Ellos regresaron a su barco y harían el viaje de regreso a Buenos Aires. Admiraron las orcas por unos minutos finales, subieron las velas del barco y navegaron hacia el horizonte.